Aclaración previa a la lectura de este post: hay que entender que en nuestra profesión, muchas veces nos toca lidiar con personajes de cartón que se creen de bronce y actúan de ese modo. Y mucho cosas más, que harían eterna esta aclaración. Gestos como el que narro debajo no son tan usuales. Lamentablemente.
“No abusa de la actuación, ¿verdad?”, la afirmación acerca de lo realizado hacía instantes por Soledad Villamil la hizo ante unas 5 personas que tomaban aire a unos metros de la puerta del Tasso. En cambio, la pregunta -con esa tonada rioplatense tan típica- me la espetó mirándome, buscando en mí una respuesta. Yo hacía 10 segundos me había parado a unos metros, alejado del grupo, observando en detalle a la persona cuya palabra me acompaña desde los 6 o 7 años en las tardes de pueblo. El protagonista de la frase fue Víctor Hugo Morales. Y sucedió anoche, tras el excelso recital. El Maestro estaba allí, apoyadito sobre un auto cualunque estacionado sobre la vereda. Remera naranja y pantalón claro. Rodeado de un grupo de espectadores de Villamil que salió a fumar y a tomar aire. Al “¿verdad?” que me manifestó -acaso viendo mis ojos impactados- le siguió una charla de no más de 5 minutos, que el propio Víctor Hugo parecía más interesado en continuarla que yo, que no quería molestarlo ni romper su “perfil bajo”. Sólo atiné a decirle que estábamos allí, instados por su constante “manija” a este tipo de menesteres. Cuando me preguntó de dónde éramos (yo estaba con Natalia), le conté que vivíamos en Buenos Aires, pero que “mi Cardona es Santa Teresita”. Sonrió. Y sus ojos tan chiquitos -como los de aquel niño que vivió en el pueblo uruguayo de unos 4 mil habitantes- me ratificaron que entendió mis palabras. Me preguntó por mi trabajo. Pareció contentarse al saberme “colega” (entre comillas, como le remarqué). Obvio: ni le hablé de mis sueños profesionales a su lado. Fue caballero y gentil con Natalia. Charlamos un poco más. Le siguió un beso y un apretón de manos, respectivamente. Nos fuimos.
El Maestro acababa de darnos una nueva clase.
2 comentarios:
¡Que grosso Marito! me imagino el cuadro de situación y tu piel de gallina segundos después de ese apretón de manos. Me alegro por vos y por VHM, quien conoció a un colega con todas las letras, sin comillas. Un abrazo. Diego Dao
Ja. Gracias Diego por el comentario.
Sos muy generoso.
Abrazo!
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