20.12.09

El arte de cebar un buen mate

“Porque el mate –como el pan de panadería– tiene una duración, descriptible en términos de parábola, cuya estimación no se ajusta a ninguna rígida nomenclatura del tipo fecha de vencimiento. El mecanismo mismo de su generación, cada vez –a cada paso– actualizado, hace a los mates siempre únicos y diferentes: no hay, a lo largo de la serie, del primero al vigésimo –digamos–, dos iguales. Nunca tomamos el mismo mate, diría Heráclito. Los factores intervinientes –agua y yerba, sobre todo– jamás son los mismos. En los primeros tramos (mates) partimos de un máximo de temperatura del agua y de un mínimo (grado cero) de humedad de la yerba. Es ahí cuando se da la máxima –no necesariamente la mejor– concentración de sabor: yerba homogénea y subidora en bloque, con espumita. Luego hay una zona media en que los extremos se atemperan –mientras el agua se entibia y la yerba se empapa–, en que el sabor, paulatinamente, retrocede en intensidad, junto con la espuma en fuga, y la menor elasticidad y capacidad de respuesta de la yerba, tendiente cada vez más a quedarse pegada en el fondo, dejar al agua sola o con aislados náufragos en superficie, síntoma irreversible de caducidad funcional. El mate –como tal– murió.”

JUAN SASTURAIN


Las contratapas de de Página 12, los lunes, habitualmente están a cargo de Juan Sasturain. Y el conductor de Ver para leer suele escribir textos bárbaros. En este, que es “La recomendada de la semana”, analiza a su estilo el arte de cebar. Y lo hizo con arte.

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